TRANSCENDENCE
Está claro que la inteligencia artificial es un tema que nos tiene atrapada la atención: no hay lugar a dudas de que, de alguna forma, flota en el aire la idea de que un ser con la capacidad no solo de analizar ingentes cantidades de información sino de hacerlo de forma simultánea y albergando una conciencia de sí mismo tendría un poder directamente ilimitado. ¿Cómo se podría frenar su evolución, cómo contener su ambición y acotar su área de influencia? ¿No sería crear un Dios?
Esto nos asusta tanto como nos atrae. Transcendence ha sido una de las películas más valientes en el sentido de explorar las relaciones humanas con las de las máquinas y esa potencialidad infinita , una cinta de ciencia-ficción que llega a perderse en su desarrollo, pero que cuenta con un arranque de lo más interesante.
La trama principal
Johnny Depp es el doctor Will Caster, el mayor experto del mundo en inteligencia artificial y trabaja junto a su esposa Evelyn (Rebecca Hall) en un importante proyecto para el que tienen que recaudar fondos. Pero no son los típicos científicos envarados sino de los hippies que quieren desconectar de la tecnología y para ello escuchan discos de vinilo y tienen su propio huerto (sí, las referencias son un poco forzadas pero ahí están).
En fin, el caso es que durante una conferencia, Will es atacado por un grupo antitecnológico que pretende a toda costa frenar la experimentación para conseguir crear una identidad digital tan potente como para poder conectarse a la red mundial y expandirse de forma viral. Sin embargo, su ataque provoca que la única forma de mantener la identidad del profesor viva sea transferirla precisamente a una máquina.
En ello trabaja sin descanso Evelyn junto a su compañero Max (Paul Bettany) y, finalmente, consiguen su propósito. Will es ahora mucho más de lo que nunca fue cuando era de carne y hueso y se desarrolla a una velocidad de vértigo accediendo a todas las fuentes de información a su alcance. Esto requiere potencia, así que, junto a su esposa idea la estratagema de comprar unos terrenos en los que instalan un parque tecnológico y unas instalaciones secretas en las que desarrollar toda clase de proyectos y experimentos.
Todo parece ir bien, hasta que Evelyn comprueba cómo Will cada vez traspasa más fronteras forzando los límites y abarcando mayores cotas de poder. Ya no se contenta con realizar un descubrimiento sino que lo aplica y de paso replica su identidad en él... Se vuelve bastante loco.